sábado, 10 de octubre de 2009

Amarillo, rojo y gris.

"Siempre piensas que puedes tener a todo lo que te rodea metido en una caja de cristal, para ansío observarlo todo y no dejar lugar a la intimidad de las emociones.
Te equivocas si piensas que conmigo puedes hacer lo mismo. Mi alma es demasiado grande para tu diminuta caja de cristal, y mi corazón jamás podrá soportar que los sentimientos por los que él late, se substituyan.
No creas que siempre es el roce de tu piel el que se acopla a mis manos y crea sobre mi escamas de placer y miradas. A veces es la luz del día la que se cansa de verte entre mis piernas cada vez que quiere visitarme y no solo es la luna que se cansa de tus, ahora, falsas caricias, también las sábanas se quejan de estar siempre tan mojadas cada noche.
No creas que esos ojos color carbón pueden convencer a las compañeras de esas horas muertas esperando a que de repente, pronuncies mi nombre entre miles de besos que se han vuelto demasiado agrios. No, no creo que consiguieras el perdón de las incontables sonrisas que te regale sin pedir nada a cambio.
Ahora que ni las palabras escritas han perdurado, me pregunto ¿Que se ha hecho de tantas cosas, que hemos compratido, a parte de cenizas y olvido?
La verdad es que jamás podré perdonarme el haber apostado por tu cuerpo y tu alma sabiendo que el precipicio estaba más cerca de lo que quería creer.
Me equivoque. Y no es malo. Lo único malo que hay aquí es la triste historia que estás dejando que tus errores escriban. Y eso si que perdura cariño.
Jamás volveré a acariciar ninguna tez tan venenosa como la tuya y hoy maldigo una y mil veces aquella casual tarde en que sin saber como, me tropecé con tu mirada."


Me dí cuenta en ese momento que la perdí. La perdí para siempre. No me di cuenta que ella ya no escribía, que en las noches su cama se había vuelto demasiado grande para ella sola y que los días eran agonizantes esperas de palabras. La había dejado de abrazar cuando salía el sol y solo había tiempo para ella cuando las noches eran demasiado frías...
Joder, yo la quería. Yo quería estar con ella todo lo que me quedaba de vida. Ella fue la que me enseño a amar, a ser yo mismo. Hizo un gran esfuerzo confiando en mi y yo nunca lo supe ver...
Yo si que me equivoqué cariño. No supe ver en tus ojos esmeraldas la tristeza que te acompañaba y tus palabras corrían por mis oídos como si fuera lluvia de otoño. Tan comunes, tan inertes...
Fui yo el que me equivoqué..




Y lloró. Lloró como había llorado ella al dejar esa nota. Se les escapó el amor por la puerta de atrás. Quizá no fue culpa de ninguno. Quizá fue de los dos. Pero lo único que es seguro, es que nunca volverán a mirarse como la primera vez. Esta vez no...




Lidia V.
10/10/2009