martes, 27 de abril de 2010

Standby

-¿Parece que fue ayer verdad?
- A que te refieres?
-Pues a todo, no sé...Ayer me puse a mirar la caja esa de color rojo que tengo en el altillo. No sé porqué la saque, pero al abrir el armario miré hacía arriba y vi que sobresalía. No te lo vas a creer, pero he encontrado cosas muy extrañas como una bolsa de chucherías vacía o una cuerda vieja de guitarra, oxidada y desgastada, y...
- ¿Y has encontrado algo mío?

Lo miré sorprendida y sin asimilar muy bien lo que acababa de decir.

- ¿Como què, exactamnete?
- Te quedaste con muchas cosas mías y ¿ni tan siquiera guardas alguna?

Sus ojos desprendían un intenso aroma a dolor, abatidos y oscuros, me estaban penetrando sin compasión ni medida. Por primera vez desde que le conocí, no era capaz de descifrar su mirada ni lo que pretendia decirme. Era como si una parte de él, la que yo conocía, se había esfumado con los últimos rayos de esperanza que ofrecía la primavera. Empezé a sentir frío en ni interior, empezaron a sonar notas de canciones olvidadas en mi mente y miles de sonidos y olores se paseaban por mi corazón en forma de recuerdo. Estaba sintiendo una gran punzada en medio del pecho y sentía que me estaba quedando sin suficiente aire para alimentar a tantas sensaciones que había dentro de mí. Creo que estaba probando por primera vez lo que significaba decir "Adiós".
Él seguía ahí, enfrente mío, abatido pero erguido, sin dejar de luchar contra si mismo.

- No sé a que te refieres...Creo que ya no tengo nada tuyo, que te lo devolví todo ¿no? No sé, puede que aun me quede algo pero si es así yo lo...

- ¡¿Ves?!

Me sobresaltó su reacción y él se dio cuenta en seguida y corrigió su tono de voz.

- ¿Crees que me refiero a algo material? ¿ Crees que todo se reduce a una simple caja de color rojo? ¿O una cuerda de guitarra o unas entradas de cine?
Yo no me enamoré de ti por tus ojos o el color de tu camiseta...¿Te gustaría que te recordase por ello? ...
Tu conservas de mi mucho más que un recuerdo. Conservas mi alma, mi imperfección y mis sentidos...y parece que todo cabe dentro de tu caja roja. Pero ya has dejado claro que yo no conservo nada tuyo, ni si quiera el recuerdo de la persona de la cual me enamoré, porque ya no eres la misma. Te odio a tí y a tu caja roja, y lo que más odio es que no es verdad.


Lidia V.
27 de abril del 2010

viernes, 26 de marzo de 2010

Tenebrosos y fríos pensamientos, se enlazaron en el alma como las hojas secas en las largas tardes de otoño. Allí me volvía a encontrar, solitario, con la única compañía de un bolígrafo sin tinta y un papel más que mojado que mis ojos, cuando me acordaba de ti. Otra vez me veía tirado en mi particular cuneta de rencores, donde hasta el negro parecía el color más vivo del mundo.
No era un tipo de lecciones aprendidas. Solía decir que era maduro y sofisticado ante las adversidades y que era capaz de anteponerme a todo lo que iba a venir. Antes, solía pensar. Pero ahora ya, hasta eso, se ha quedado fuera de mi alcance.
Me has dejado vacío. Vacío y pesado, como los domingos sin nada que hacer o las horas muertas esperando esa llamada de teléfono. Me has dejado tirado. Ni siquiera cerca de mi cuneta. Has sido cruel y me has llevado por parajes y mares que yo desconocía, para que me perdiese y no tuviese más remedio que seguir unido a ti.
Por suerte, aquella tarde de otoño, encontré en el desorden de mis pensamientos, lo único que no había olvidado hacer desde el día que te conocí. Tú me arrebataste los sueños y las verdades, haciéndolas tuyas, a tu manera, a tu estilo, sin dejar tiempo para que todo se convirtiera en polvo o memoria.
Solo hubo una cosa que no me habías arrebatado. La capacidad de mentir en un papel. La extraña capacidad o don, que dicen algunos imbéciles, de poder plasmar miles y miles de tonterías en una triste hoja.
Supongo que si lo intentaba, podría volver a escribir. Quizá pueda volver a encontrar el por qué de lo que impulsa a deslizar un bolígrafo sobre el tajante y cruel papel. Ellos, no mienten. No hablan. Ni siquiera callan. Solo esperan a que vomites sobre ellos todo lo que tu cobardía jamás llegará a permitir que digas.
Los escritores, han sido siempre unos cobardes. Unos cobardes admirados y reconocidos. ¿Qué tienen sus palabras? ¿Cómo crean esos signos que nos hacen llorar o reír?